De ante mano, no sé cómo catalogar esta entrada. Es más, creo que habrá gente que no le importe, pero como quien dice: “escribiendo se desahoga uno mismo”, yo lo haré así. Aún así pido perdón si este escrito no sigue las líneas de temática de las pasadas entradas.
Ayer me decidí a llevar a mis sobrinos al parque. Mi sobrina, en cuestión, tiene ocho años y se podría decir que está un poco más “rellenita” de lo normal. Esto, no le influye en nada a la hora de hacer ejercicios, ni a la hora de caminar; en definitiva, en su vida diaria. Pero la sorpresa fue que le costaba mucho subirse a los “cacharros” infantiles, no sólo por el miedo de caerse (porque fuerza no le sobra), sino también porque para subir a la arquitectura de madera, propiamente dicha, en donde estaba todo el complejo lúdico, sólo se podía acceder a él por medio de cuerdas, las cuales había que treparlas. Claro está que mi sobrino, de cuatro años y físicamente delgado, es un bala y podía trepar sin cansarse. Con mi sobrina había que hacer un doble esfuerzo, tal es así que a la segunda vez de subirse me preguntó: tito, “¿Por qué no me puedo subir fácilmente?, vamos a jugar al césped mejor”.
Tras esta situación, me entró una rabia contenida que supe controlar para que mi sobrina no lo sintiera. No obstante, después en mi casa quise por Internet poner una queja formal a la administración competente que proyecta parques infantiles, para que al igual que en otros parques, haya una escalera normal, no de trepar, en el que todos los niños puedan fácilmente acceder. En definitiva, no oí la respuesta que yo esperaba. La contestación de algunas personas fue: el parque, de todas formas, está para hacer ejercicio. Entonces, yo me pregunto:¿ qué igualdad queremos?, porque mi sobrina, por poner un caso, puede llegar a perder peso y trepar, pero ¿y aquel niño o niña que tenga movilidad reducida por diversas causas, o tenga una pierna ortopédica, u otro caso en el que no puede trepar?. Acaso, ellos como niños y niñas ¿no se merecen jugar en un parque infantil y disfrutar como los demás?
Parece ser que a la hora de diseñar y proponer políticas de igualdad de oportunidades se está haciendo todo lo que se debería de hacer, pero luego te encuentras que hacen parques infantiles para una parte sólo de los niños y niñas que tienen sus condiciones físicas plenas y pueden trepar. Esto demuestra que está implícito, hasta a la hora de diseñar infraestructuras para el “ocio y disfrute de las personas”, la idea del “ser humano perfecto y normal” dentro de la sociedad. Pero no sé de qué me extraño, si sólo hace falta estar un día por la calle montado en una silla de ruedas y ver las barreras arquitectónicas que te encuentras y que te dificultan el desarrollo de una vida normal.
Ayer me decidí a llevar a mis sobrinos al parque. Mi sobrina, en cuestión, tiene ocho años y se podría decir que está un poco más “rellenita” de lo normal. Esto, no le influye en nada a la hora de hacer ejercicios, ni a la hora de caminar; en definitiva, en su vida diaria. Pero la sorpresa fue que le costaba mucho subirse a los “cacharros” infantiles, no sólo por el miedo de caerse (porque fuerza no le sobra), sino también porque para subir a la arquitectura de madera, propiamente dicha, en donde estaba todo el complejo lúdico, sólo se podía acceder a él por medio de cuerdas, las cuales había que treparlas. Claro está que mi sobrino, de cuatro años y físicamente delgado, es un bala y podía trepar sin cansarse. Con mi sobrina había que hacer un doble esfuerzo, tal es así que a la segunda vez de subirse me preguntó: tito, “¿Por qué no me puedo subir fácilmente?, vamos a jugar al césped mejor”.
Tras esta situación, me entró una rabia contenida que supe controlar para que mi sobrina no lo sintiera. No obstante, después en mi casa quise por Internet poner una queja formal a la administración competente que proyecta parques infantiles, para que al igual que en otros parques, haya una escalera normal, no de trepar, en el que todos los niños puedan fácilmente acceder. En definitiva, no oí la respuesta que yo esperaba. La contestación de algunas personas fue: el parque, de todas formas, está para hacer ejercicio. Entonces, yo me pregunto:¿ qué igualdad queremos?, porque mi sobrina, por poner un caso, puede llegar a perder peso y trepar, pero ¿y aquel niño o niña que tenga movilidad reducida por diversas causas, o tenga una pierna ortopédica, u otro caso en el que no puede trepar?. Acaso, ellos como niños y niñas ¿no se merecen jugar en un parque infantil y disfrutar como los demás?
Parece ser que a la hora de diseñar y proponer políticas de igualdad de oportunidades se está haciendo todo lo que se debería de hacer, pero luego te encuentras que hacen parques infantiles para una parte sólo de los niños y niñas que tienen sus condiciones físicas plenas y pueden trepar. Esto demuestra que está implícito, hasta a la hora de diseñar infraestructuras para el “ocio y disfrute de las personas”, la idea del “ser humano perfecto y normal” dentro de la sociedad. Pero no sé de qué me extraño, si sólo hace falta estar un día por la calle montado en una silla de ruedas y ver las barreras arquitectónicas que te encuentras y que te dificultan el desarrollo de una vida normal.