Estos movimientos se autodefinen como apartidistas, contrarios a los movimientos ideológicos del gobierno, que declaran como base de su manifestación “el no me representa”, “su historia no se refiere a mí”. Para este movimiento, las opciones políticas ya ni convencen ni se reconocen. Por ejemplo, podemos ver eslóganes en la calle sobre “no es que estemos en contra del Sistema, sino que es el Sistema el que está en contra de nosotros”. Estos grupos que se han creado se definen apartisdistas y su finalidad no es seguir una ideología política representativa, sino dar voz y voto a aquellas personas ciudadanas que no se sientan representadas por el Sistema, para crear juntas nuevas estrategias. El otro día pude leer de los periódicos y de los manifiestos que se han elaborado a raíz de estos movimientos, algunas reivindicaciones. Según este movimiento el fin es concienciar, crear nuevos espacios de intervención en el que todos y cada uno de los ciudadanos participe, creen estrategias de cooperación, ayuda mutua, que tengan una idea clara que les haga seguir como grupo. Estas plataformas que se están creando, rechazan un sistema electoral bipartidista, ante los gobiernos que no garantizan los derechos sociales, ante el capitalismo que ahoga a los ciudadanos, un dominio del control del conocimiento, etc.
Ante todo el revuelo que se ha creado, y ante las anécdotas que han ocurrido en los últimos meses, reflexiono y llego a cuestionarme preguntas como ¿qué papel debe tomar el trabajador social?, ¿qué importancia debe de tener la educación en esta lucha por una justicia social? ¿La Educación Social debe formar parte de este asunto, debe de mediar, de intervenir o sólo analizar? Pero no sólo las cuestiones iban dedicadas a la profesión, sino también a la sociedad, a aquellas capas más bajas de la sociedad o a aquellos excluidos sociales. ¿Realmente las capas más bajas de la sociedad, que están por debajo del umbral de la pobreza están concienciados de este movimiento?, ¿qué capacidad real de participación tienen las personas en situación de marginación o exclusión social? Cabría hacer un inciso cuando hablamos de la participación social de las personas excluidas y marginadas. Es cierto que muchas personas (jóvenes, inmigrantes, personas mayores, etc.) que participan en estas manifestaciones presentan características comunes como la situación de exclusión social, algunos por falta de trabajo, otros por falta de reconocimiento de derechos sociales, etc., pero lo que intentamos reflexionar es sobre el nivel de capacidad de vinculación a este movimiento que tengan personas que no tiene acceso a los recursos en igualdad de oportunidades. Pongo un ejemplo, una persona “sin techo”, ¿realmente creéis que participa en las manifestaciones? El otro día, me acerqué a la manifestación que se hacía en Sevilla y por el camino me encontraba a varias personas “sin hogar” que seguían en el mismo sitio en donde habitualmente duermen o piden.
Ante esto, me preguntaba también ¿el fallo es del movimiento social o de las personas sin techos, o de las personas marginadas? Ciertamente el factor “educación” es un condicionante que debe de estar presente desde un ámbito general. No con ello queremos decir que la persona Sin Hogar tenga que tener educación para ir a la manifestación. Una persona que pasa hambre, que no accede a los recursos, y que la sociedad los margina es totalmente normal que no le interesen estas manifestaciones, ni ninguna otra, pues lo primordial es comer. Además, cuando antes hablábamos de educación, nos referíamos a una educación como pilar básico y elemental. Es por ello, que desde la Educación Social, no vamos a “educar” a las personas para que vayan a la manifestación, lo que debemos de pretender es formar, trasladar conocimientos y pautas, educar en valores, en derechos, intervenir socipedagógicamente con el fin de desarrollar la conciencia crítica y la autonomía de las personas.
Ahora, podemos oír con estas revueltas sociales que es necesaria la lucha de la pobreza, ésta se debe de construir como potencia y no como carencia. Ante ello, no debemos de olvidarnos hacer referencia a nuestro legado del pasado. Sin irnos muy lejos en el tiempo, ya Paulo Freire con su “Pedagogía del Oprimido”, o Carlos Marx en sus numerosas obras (respetando las distancias entre uno y otro autor), estaban convencidos que le poder del pueblo, un pueblo pobre y analfabeto, mediante mecanismos de concienciación y transformación podía conseguir mucho. Cuando hablamos de la potencialización de la pobreza, tenemos que hacer referencia al poder que tienen las capas sociales más bajas. Palabras como capacitación de la sociedad, empoderamiento de la sociedad civil, resiliencia, lucha por los Derechos Sociales, son objetivos profesionales del Educador Social cuando interviene en la propia comunidad con ciertos problemas.
Si podemos acceder al texto titulado “La lucha contra la exclusión y la activación de la red de solidaridad primaria: creación de capital social y capital cultural en el plano local” de Fernando Vidal Fernández, podemos apreciar cómo el autor aporta las maneras de combatir la exclusión social. Las dos formas que él propone son: por un lado la movilidad social, en términos de empoderamiento de los sujetos, el logro de mayores libertades y autonomías mejorando su empleabilidad, trabajando la calidad del territorio y sus servicios como la vivienda, la educación, participación, la cultura, etc., y por otro lado la necesidad de la reconciliación social del sujeto. Al igual que como veíamos en el párrafo anterior, éstas medidas para luchar contra la exclusión social son ámbitos de profesión en los que el Educador Social interviene para mejorar la situación del sujeto y del entorno en interacción.
Si volvemos a las manifestaciones que están ocurriendo hoy en día bajo el lema ¡Democracia Real Ya! , a simple vista parece que los derechos que exigen y reivindican son derechos que ya están recogidos en Pactos Internacionales, como el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Universales que entró en vigor en 1976 o en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Lo cierto es que se podría abrir un debate de si esos derechos aprobados por los Países se cumplen en su totalidad o no. Cabría replantearse hasta qué punto la sociedad, cada vez más convertida en una sociedad pasiva controlada por los intereses elitistas del capital, debe de concienciarse de una revolución necesaria para que el sistema cambie, tal como actualmente está pasando. O por el contrario, si también debemos de desconfiar de estos movimientos que se están creando, que dicen ser apartidistas, pero que en un futuro puede o dejan la duda de ser representativos y con unos intereses subyacentes también desconocidos. Lo cierto es que esta duda y la desconfianza generalizada la ha creado el propio Sistema en el que existen numerosas desigualdades sociales, y que de una u otra forma debemos de luchar por la justicia social y la igualdad en oportunidades. Es imprescindible recordar que el tener políticas sociales y programas de prestación social (salud, desempleo, alimentación, etc.) no implica la existencia de un Estado de Bienestar. Éste se hace efectivo con el reconocimiento de los derechos humanos y sociales. Es por ello que se deben de realizar actuaciones que aumenten el bienestar, la autonomía y la calidad de vida de las personas. Por lo tanto, aunque para algunas personas el plantearse cuestiones como las que se han escrito a principio de la entrada del blog, y que se relacionan con la Educación Social sean de poca importancia o crean que no tienen cabida, lo cierto es que tenemos una profesión y una disciplina básica que se muestra transversal a todos los asuntos que ocurran en al sociedad. Desde mi punto de vista, la Profesión de Educación Social, respetando los intereses individuales de cada persona, no debe de posicionarse en la propia sociedad sin antes analizar la realidad en sí y cuáles son las posibles consecuencias o las nuevas vías a las que nos llevarán tal actualidad social.